Las 5 “R”
No hay clase que no comience diciéndoles a mis alumnos lo mucho que los echo de menos. Es una sensación que nace cada vez que preparo mis clases, cuando me conecto para mis sesiones online, cuando corrijo exámenes y trabajos prácticos o cuando hacemos tutorías virtuales.
Los cierto es que hace ya más de un mes que estamos inmersos en una nueva forma de enseñar y aprender. La suspensión de las clases presenciales ha abierto las “puertas” de las aulas virtuales, donde las nuevas tecnologías nos permiten conectarnos a tiempo real a fin de generar espacios para el encuentro formativo.
Y hablo de encuentro formativo porque, precisamente en nuestro Grado en Derecho formamos personas; nuestros estudiantes no son un número, los conocemos por su nombre y apellido, en el marco del trato personalizado al alumnado que caracteriza a nuestro centro educativo.
Cada uno de ellos afronta esta nueva realidad según sus circunstancias personales. El confinamiento ha reducido, en muchos casos, el desarrollo económico, laboral y social de los hogares. Y, en ese contexto, es importante que puedan continuar sus estudios, cumplir los objetivos y también los sueños que se trazaron al inicio del curso.
Es cierto que esta pandemia ha puesto blanco sobre negro la hiperconectividad en tiempos previos al Coronavirus. Cuando verdaderamente NECESITAMOS (sí con mayúsculas) conectarnos, es donde se pone en valor la importancia de las infraestructuras de telecomunicaciones, de la capacidad de nuestras redes, de la cantidad de dispositivos electrónicos por hogar y hasta del grado o nivel de competencias digitales que tiene una sociedad y, en concreto, nuestros estudiantes. Hoy muchas familias hacen malabares para ser parte de las diferentes comunidades virtuales que teletrabajan, que asisten a clases online, o que prestan servicios públicos electrónicos.
La incertidumbre sobre cuándo nuestra vida volverá a ser la de antes puede generar desconcierto, miedo, ansiedad por buscar respuestas de cuándo superaremos la pandemia. El día a día nos marca una realidad en la que el mundo, bajo los modelos matemáticos, las cifras de personas afectadas por el virus y los avances científicos, pide y reza por una vacuna.
Pero la desesperanza no puede ser una invitada en estos días de confinamiento. No debemos perder nunca la esperanza, sabiendo que no seremos los mismos de antes. Con suficiente inteligencia y altura de miras, aprenderemos de los errores y de los aciertos de quienes nos gobiernan, pero también de los que perdieron la vida y de los que la dieron al prestar sus servicios médicos, de seguridad, o de cuidados sanitarios a su comunidad. Aprenderemos unos de otros, como se hace en tiempos de adaptación y crecimiento, a nivel global como a nivel personal.
Mientras tanto, los días siguen y pasan las semanas, pero es importante recordar que estamos ahí, profesores y estudiantes conectados por un hilo invisible, el de los vínculos que hemos construido y cuyos pilares lo constituyen las 5 “R”:
RESILIENCIA: Solo siendo capaces de adaptarnos a esta nueva circunstancia podremos seguir proyectando el futuro y afrontarlo con nuevas capacidades. Y, para ello, nada mejor que aceptar la realidad que nos toca por vivir, siendo optimistas y teniendo buenos pensamientos constructivos.
RAZONABILIDAD: La razonabilidad conecta con la empatía, con la capacidad de escucha, paciencia y comprensión del sentir de quienes me rodean, física y virtualmente. Y en situaciones extraordinarias, la razón nos debe ayudar a saber cómo enfocar nuestra vida interior, sabiendo que nadie es infalible y que todo puede cambiar.
RESPONSABILIDAD: La actitud proactiva, no solo en la universidad o la escuela cuando tomamos clases, nos conectamos a la plataforma o entregamos trabajos. Donde primero se nos requiere responsabilidad es en nuestra casa, sabiendo que nuestra ayuda puede constituir la diferencia para sobrellevar la situación lo mejor posible en familia. Luego, en nuestra comunidad, adoptando los cuidados y recomendaciones para evitar el contagio y la propagación del virus; pero también ayudando a quienes más lo necesitan a través de las redes.
REFERENCIAS: Cuando el camino se hace cuesta arriba, es esencial recurrir al ejemplo de quienes admiramos y marcan la senda correcta: Los padres, los abuelos, un Profesor, la Fe en Dios. Rodearse de la luz de sus consejos, nos facilitará continuar cada día sin perder el horizonte. Pero, también tenéis que ser referentes de vuestros compañeros, de vuestros hermanos con vuestro ejemplo de fortaleza y ánimo de superación.
REFLEXIÓN: En los tiempos de saturación de la información (real o no), qué importante es buscar un espacio para la reflexión. Seguramente, echando en falta la espontaneidad de un gesto, de un apretón de manos, las conversaciones cara a cara, las risas compartidas y el abrazo que consuela, podremos redescubrir aquello que da sentido a nuestra vida.
Y tomo las palabras del Santo Padre Francisco, pronunciadas a los jóvenes en el último Domingo de Ramos:
“Queridos jóvenes: Mirad a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás”.
Por todo ello, debemos permitir que el silencio llene nuestros espacios mentales para visualizar lo que de verdad importa en nuestra existencia vital y que antes dábamos por hecho. Porque solo así podréis ser resilientes, razonables, responsables y referentes.