La armonización del modelo europeo de Educación Superior (II)
Como ya comentamos en anteriores publicaciones, uno de los principales pilares de la construcción de Europa es la consolidación de un Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) que armonice los distintos modelos y legislaciones existentes en los países que la componen. Una armonización compleja, considerando la diversidad de sistemas educativos existentes, aún en la actualidad, transcurridos más de trece años de la firma del Tratado de Roma (2004) que estableció una Constitución para Europa.
Esta diversidad es especialmente patente si atendemos a la variedad de modalidades y tipologías de instituciones de Educación Superior existentes en el seno del EEES. Junto a las universidades, más o menos equiparables entre sí, existe una amplia gama de instituciones educativas de más compleja asimilación. Tal es el caso, entre otros, de los denominados politécnicos, los institutos de tecnología, las universidades de ciencias aplicadas, los centros de educación continua o los centros de estudios profesionales. Tampoco juega a favor de la homogeneización la diversidad de legislaciones educativas existentes en los diversos países europeos. A pesar de los compromisos adquiridos por los responsables ministeriales en pro de alcanzar estándares europeos en materia universitaria, a la hora de elevar a rango normativo dichos compromisos en los parlamentos nacionales o autonómicos, la regulación finalmente aplicable no es en muchos casos uniforme.
A ello debemos sumar las distintas velocidades en las que en cada país o región se implementan dichas políticas educativas. Frente a países que sirven de locomotora en la implementación de los estándares europeos de calidad, empleabilidad, cooperación universidad-empresa, desarrollo, investigación e innovación educativa, hay otros cuyo menor ritmo hace que dicha implementación no se desarrolle de manera uniforme en todo el EEES.
Con todo, debemos ser optimistas. Hay otros campos en donde la armonización sí se ha hecho más patente y efectiva. Es el caso de las cualificaciones para el aprendizaje, las denominadas European Qualification Framework (EQF), marco común de referencia basado en niveles y ciclos normalizados con la finalidad de mejorar las equivalencias existentes entre los diversos sistemas de cualificación de los países miembros del EEES.
En la actualidad, los sistemas educativos europeos, aun manteniendo especificidades propias en la denominación de sus títulos, tienen un marco referencial de equivalencias que permiten conocer y reconocer el nivel alcanzado por los alumnos en sus distintos países.
Lo mismo cabría decir de la implantación del sistema de créditos ECTS, estándar adaptado para garantizar la convergencia de los diferentes sistemas educativos en lo relativo a la acreditación del trabajo realizado por el estudiante, o del Diploma Supplement, documento vinculado a un título oficial de enseñanza superior universitaria o de formación profesional que sirve para identificar los conocimientos y las capacidades del titular ante los empleadores y las instituciones de un país distinto al que lo expide.
Todos estos elementos han supuesto un gran paso en el camino hacia la armonización del modelo europeo de educación superior. La próxima cita para seguir trabajando en este objetivo será en París, en la conferencia de Ministros de Educación que celebraremos en el próximo mes de mayo, y en donde tendremos la ocasión de dar un nuevo impulso al desarrollo de una política educativa común en Europa. Nuestra sociedad nos exige estar a la altura. Esperemos dar la talla.