De nuevo las urnas
Escribo estas líneas recién confirmada, sin signos de sorpresa, por cuanto parecía previsible a tenor del devenir de los hechos, la convocatoria de unas nuevas elecciones generales en España.
La prensa, de forma unánime, y a mi entender no falta en gran parte de razón, culpa del dislate bien a nuestros políticos en general, o a unos más que a otros, según su natural inclinación o querencia.
Lo cierto es que, más allá del análisis profundo de las causas de esta anómala situación, y de las carencias que nuestro sistema actual está dejando patentes a la hora de intentar conformar una legislatura estable en un entorno pluripartidista, este fracaso colectivo se produce en un marco económico adverso.
En un horizonte tan cercano que ya alcanza a tocarse con las yemas de los dedos, las impredecibles consecuencias de la guerra comercial desatada entre los principales actores de la economía global, Estados Unidos y China; la previsible salida del Reino Unido de la Unión Europea; la situación prebélica en la zona del Golfo, que amenaza la estabilidad del precio del crudo; y la tan temida, y ya más que patente, desaceleración económica, a cuya solución nada está ayudando la creciente ralentización de Alemania, motor de la zona euro, nos hacen temer una vuelta a las andadas nada halagüeña.
Como ya tuve la oportunidad de alertar en anteriores aportaciones, todo ello está ocurriendo en el panorama internacional mientras comienza a llover sobre mojado en España. Unos charcos, consecuencia de una crisis de cuyo campo de batalla aún no hemos podido recoger todos los cadáveres, y cuyos famosos “brotes verdes” no han echado raíces consistentes y capaces de superar nuevos vientos y tempestades, que hacen presagiar unos lodos para los que no estamos totalmente preparados.
A estos condicionantes del entorno internacional, hay que sumar las derivadas internas, como el eterno asunto catalán, que tampoco ayudan precisamente a crear un marco de estabilidad, seguridad y confianza, que anime a la inversión y al consumo, pilares del crecimiento.
El hecho de que España esté creciendo por encima de la media europea, más allá de los posibles efectos cíclicos inherentes al mercado nacional, demuestra la capacidad de nuestras empresas para crecer y hacer bien las cosas, también en tiempos complicados. Pero ello no es óbice para sumarnos a las voces que reclaman la imperiosa necesidad de abordar, de una vez por todas, las reformas estructurales que nuestro país necesita para apoyar el crecimiento económico y corregir la desaceleración.
En este orden de cosas, el nuevo parón electoral hará todo menos ayudar a afrontar con rigor esta situación. Como siempre, nos quedará la fuerza de la sociedad civil y empresarial para sacar las castañas del fuego, a pesar de la incapacidad de cierta clase política para ponerse de acuerdo en los grandes pactos de estado que demanda nuestro país. Entre ellos, por su especial relevancia, el de la Educación, cuestión que merece una reflexión especial y que abordaremos en una futura ocasión.