La educación superior profesional: motor de empleabilidad
En un reciente encuentro con empresarios y directivos, al abordarse la problemática de la adecuación de los estudios superiores con las necesidades del sector productivo en España, fue patente la opinión generalizada de que en nuestro país aún existe una grave disociación entre los planes de estudio ofertados y las demandas laborales de las empresas.
Resulta indudable que nuestras universidades tienen aún un amplio camino por recorrer en lo que respecta a la adaptación de su oferta educativa a las demandas del sector productivo, dando con ello respuesta a uno de los principales requerimientos del Espacio Europeo de Educación Superior en materia de empleabilidad y de cooperación universidad-empresa.
Sin embargo, no toda la solución al deficiente nivel de empleabilidad de nuestros estudiantes debe venirnos dada desde la propia universidad. Será necesario el esfuerzo de todos para tratar de equilibrar el desfase existente entre los alumnos que eligen estudiar en la universidad y aquellos que optan por la formación profesional, a través de medidas concretas que potencien el trasvase de alumnos de bachillerato hacia los ciclos de FP con mayor demanda de empleo.
Es notorio que numerosos estudiantes, en ocasiones presionados por sus familias, descartan cursar un ciclo de formación profesional por considerarlos estudios de segunda categoría. Con independencia del convencionalismo -que habría que intentar superar de una vez por todas- por el cual el nivel de prestigio social que otorgan determinados grados universitarios no es equiparable al de los ciclos formativos, lo cierto es que el creciente nivel de empleabilidad de los estudiantes de formación profesional está haciendo cambiar las cosas.
Esta generalizada y positiva tendencia a favor del definitivo despegue de la formación profesional es avalada por notorias experiencias de éxito, como las de Alemania, o el País Vasco en España, que demuestran lo rentable que resulta promocionar esta opción en términos de empleabilidad y de productividad empresarial.
Las empresas demandan cada vez más puestos técnicos especializados para cubrir las bases de sus organizaciones y hacer frente a las exigencias de un mercado caracterizado por la innovación tecnológica y digital. Estas necesidades no se cubren únicamente con alumnos universitarios, lo que está propiciando que sean frecuentes los casos en los que éstos últimos complementan su formación con un ciclo de FP como alternativa a un Máster.
Es pues urgente que, más allá de bienintencionadas declaraciones, se den pasos firmes y concretos para mejorar la Formación Profesional en el conjunto de España.
Resulta evidente la relación existente entre los datos de paro juvenil, que en España duplican los de la Unión Europea, y el nivel de implantación de la formación profesional. Así, en países con un mayor nivel de implantación de la FP, casos como Alemania o Finlandia, el paro juvenil es significativamente inferior al del resto de zonas donde los estudios profesionales gozan de menor predicamento.
Es hora de pasar a los hechos y de reestructurar los estudios profesionales para, de una vez y con el esfuerzo de todos los agentes estatales, autonómicos, educativos y empresariales, apostar en España por una formación profesional dual verdaderamente integrada en el campo empresarial. Se trata del empleo de nuestros jóvenes y del futuro de nuestra sociedad. Pocas bromas con esto.