Las futuras habilidades: formar para el mañana
Cuando utilizamos el término “futuras habilidades”, nos estamos refiriendo genéricamente a la capacidad de la persona de afrontar con éxito la resolución de un problema en un contexto de futuro incierto o desconocido.
Dicha capacidad se relaciona con las habilidades del individuo para adaptarse a un entorno cambiante y en permanente evolución, capacitación susceptible de ser obtenida mediante procesos de formación permanente y de actualización constante de las destrezas profesionales. Un proceso en el que no será tan relevante acumular conocimientos, como saber ponerlos en práctica de manera flexible e innovadora.
En este contexto toman protagonismo los modelos formativos basados en la creatividad, la participación, la reflexión del conocimiento, el aprendizaje autónomo o la auto-organización. Dichos métodos dotarán al profesional de las habilidades necesarias para afrontar los futuros cambios que tengan lugar en su empresa, consecuencia de las innovaciones en productos, servicios y procesos.
Las empresas, más allá de contar con profesionales preparados para atender sus necesidades actuales, precisan disponer de un talento con capacidad de aprendizaje permanente y de fácil adaptación a las novedades que vayan surgiendo en su sector.
Serán las instituciones de Educación Superior, como nuestras universidades, las responsables de generar dicho talento. Y de hacerlo no tanto desde la mera transmisión del conocimiento, como desde la formación en destrezas de carácter transversal y de amplio espectro, capaces de dotar a los estudiantes de “habilidades futuras” esenciales, en términos de flexibilidad y de potencial adaptación al cambio.
En el actual entorno, en constante evolución, formar personas para las necesidades del mañana, sin tener certezas de cuáles serán las profesiones del futuro, ni su nivel de ocupación o demanda, requiere de un gran ingenio y capacidad predictiva.
En este orden de cosas, lo único que podemos dar por evidente sin temor a equivocarnos es que serán las áreas tecnologías, como viene siendo en las últimas décadas, las que presentarán una mayor evolución futura. Los avances tecnológicos se han multiplicado exponencialmente en los últimos años, dando lugar a nuevos desarrollos en campos tan variados como la nanotecnología, la robótica, la biotecnología, el Internet de las Cosas, las Tecnologías de la Información o las ciencias cognitivas, muchas de ellas protagonistas, a su vez, de la denominada convergencia tecnológica.
El vertiginoso y convergente desarrollo de éstas y de otras tecnologías imposibilita conocer con cierta fiabilidad predictiva cuáles serán los productos fabricados o los servicios ofertados por las empresas del futuro. Como tampoco, en consecuencia, podremos determinar con certeza qué técnicos y profesionales serán requeridos por las mismas, ni qué conocimientos, capacidades y destrezas deberán éstos acreditar.
El papel que en todo ello jugará el entendimiento y la cooperación entre universidad y empresa resultará esencial. Para ello, las universidades deberán funcionar como auténticas fuentes de talento innovador para un tejido empresarial en permanente evolución. Solo así podrán, empresas y universidades, servir de impulso y de motor de cambio para la sociedad del futuro.