La revolución digital en la educación
En una aportación anterior abordamos la necesidad de que nuestras empresas adaptasen sus estructuras y modelos de negocio a los nuevos desafíos de la Industria 4.0 y de la revolución digital. De la decidida toma en consideración de esta realidad por parte de las empresas dependerá, sin duda, su propia supervivencia y futuro desarrollo.
Dicha necesidad no debería en absoluto resultar ajena al sector educativo. De acuerdo con lo planteado en el Libro Blanco de Educación de CEOE, titulado ‘La educación importa: el libro blanco de los empresarios españoles’, las instituciones educativas deberán hacer frente a un entorno caracterizado por el ritmo acelerado de los cambios tecnológicos que afectan a la sociedad, a la economía y al empleo.
Considerando esta realidad, el sector educativo se está viendo abocado a realizar un esfuerzo de adaptación a dicho entorno en dos frentes: a nivel de contenidos (qué enseñamos) y a nivel de procesos (cómo enseñamos).
Respecto al primero, a las materias objeto del aprendizaje, habrá que tener en cuenta las necesidades reales de las empresas, cada vez más vinculadas al ámbito de lo tecnológico y lo digital. Según esto, las entidades educativas deberían orientar sus titulaciones cada vez más hacia ciclos y grados de carácter técnico para atender las necesidades de las empresas e incrementar el nivel de empleabilidad de los alumnos.
Con todo, siendo ello necesario, esta afirmación no debería representar en modo alguno el abandono, y mucho menos la desaparición de las titulaciones propias del campo del arte y de las humanidades. Y ello no sólo por su propia relevancia, o por la función que desarrollan en su campo específico, sino por ser éstas cada vez más consideradas en ciertas empresas que buscan directivos con altas dosis de creatividad, empatía y capacidad crítica.
En lo que respecta a los procesos, las entidades educativas deberán realizar un esfuerzo de modernización en los métodos de enseñanza y aprendizaje mediante el aprovechamiento de las nuevas tecnologías. Como resultado de este esfuerzo, que está siendo efectivo por parte de cada vez un mayor número de centros, muchas aulas escolares y universitarias se están dotando de pizarras digitales y de dispositivos electrónicos que permiten a los alumnos interactuar con el profesor y acceder de forma instantánea y directa a las fuentes de la información. Esta proliferación de las nuevas tecnologías en el ámbito educativo está significando un cambio radical en la forma de acceder a la información, conocer la realidad, interactuar y comprender el mundo por parte de docentes, investigadores y alumnos.
Sin duda, nuestras entidades educativas no pueden permanecer al margen de este proceso de transformación digital, ni de los nuevos modelos de enseñanza virtual, so pena de perder calidad, competitividad y de incumplir las expectativas de los alumnos, verdaderos nativos digitales. La facilidad de acceso y la inmediatez que la formación semipresencial y online imprime al proceso de aprendizaje es cada vez más valorada por estos alumnos, que buscan flexibilidad y disponibilidad inmediata de acceso a las fuentes de información.
Del mismo modo, para adaptarse a estas demandas, los centros (colegios, centros de formación profesional y universidades) deberán disponer de sistemas de interacción móvil con sus alumnos que proporcionen inmediatez de respuesta; de capacidad de almacenar y analizar toda la información relativa a la actividad de sus alumnos en un entorno multicanal; y de una adecuada presencia en las redes sociales y en el entorno web.
Los tiempos están cambiando a una velocidad de vértigo. Las instituciones educativas deben subirse al tren de la era de la tecnología y de la información dotándose de recursos tecnológicos de vanguardia que optimicen los procesos de enseñanza y aprendizaje, respondiendo a sus nuevas expectativas y necesidades en un entorno digital y adaptando las titulaciones ofertadas a las nuevas profesiones que están surgiendo y que surgirán en el futuro, a raíz de dichos cambios, con la finalidad de acercar la educación a las necesidades de las empresas y a las demandas del mercado. Todo ello, sin olvidar que la misión de la universidad no es sólo formar buenos profesionales, sino excelentes personas.