El cambio
Es bastante usual que en los cursos de motivación se haga referencia a la mal llamada “zona de confort”. Se acude a describir este concepto para definir el sistema de vida que no nos atrevemos a cambiar y, por tanto, no salimos de ella, bien por comodidad o por falta de motivación para cambiar a un mundo alternativo. Parece como si fuera obligatorio estar cambiando todo permanentemente.
Hoy el cambio está sobrevalorado, así la apertura al cambio es un valor aceptado socialmente, y no porque -como dicen algunos- hoy estemos sometidos al mayor número de cambios de la historia, sino porque durante toda la historia de la humanidad, el ser humano ha ido a veces impulsando y otras veces siguiendo los cambios que el devenir histórico iba marcando. Esto ha hecho que hayamos idealizado el “cambio”.
Ante la pregunta de si el cambio es bueno en sí mismo, solo cabe una respuesta: por supuesto que no. Depende de lo que vayamos a cambiar y sus consecuencias. Al igual que ocurre en un edificio, no es lo mismo cambiar un tabique que la estructura del edificio. En este último caso, el edificio cambiaría radicalmente, e incluso correría el peligro de derrumbe.
En el ámbito económico y social, los cambios deben responder a una línea histórica donde hemos de tener presente que para llegar al status quo de nuestra cultura actual, hemos tenido que ir aceptando una serie de valores y criterios y hemos ido desechando otros. Nuestra cultura viene determinada tanto por los valores que asumimos como nuestros, como por los que hemos decidido desechar de nuestra convivencia y que ya no merecen ser llamados valores -la mentira, el todo vale, el predominio de lo material, la soberbia, la violencia, el éxito a costa de los demás, etc.-
Por esto, son tan importantes nuestros valores como civilización y como cultura, porque la tradición de estos valores son la garantía de la supervivencia de nuestro sistema de vida. En estos días cabe pensar en tres de los principales pilares sobre los que Roma y todos los sistemas políticos de los últimos dos mil años, han ido construyendo nuestra forma de vida, me refiero a: la defensa de la vida, la defensa de la propiedad y la defensa de la libertad.
No se entendería nuestra cultura si no comprendemos cuáles son estos tres pilares que forman parte de la estructura de nuestra sociedad. De esta forma, cuando observamos algunas corrientes, tendencias o sensibilidades abogar por la destrucción de alguno de estos tres pilares, debemos entender que posiblemente no es algo pasajero, sino que detrás de esas corrientes se encierra la causa de la quiebra de la estructura de nuestro modo de convivencia, que muchos no deseamos cambiar.