Pero ¡en qué mundo vivimos!
A veces, cuando vemos que una persona o una organización no entienden determinadas normas de la vida cotidiana, nos referimos a ellas como que viven en “otro mundo”.
Parece como si todos entendiésemos que hay varios mundos donde poder vivir. Y no nos referimos a las últimas teorías de “multiversos paralelos” o “realidades alternativas”, sino que todos estamos sujetos a la tiranía de las percepciones, que nos hacen interpretar la realidad matizada por nuestros filtros personales, innatos o aprendidos.
En el campo de la literatura y la televisión, infantil o no, encontramos referencias a este hecho. Así, hemos aprendido que hay un “país de nunca-jamás”, un “país de las maravillas”, los “mundos de Yupi”, un “mundo feliz” de Aldous Huxley, etc. donde se podía vivir.
Pero hoy es distinto. A la natural evolución social, se ha unido la revolución tecnológica. Esta revolución no es nueva, ya que sus orígenes hay que buscarlos en los inicios y durante la segunda guerra mundial del pasado siglo, donde las primeras “computadoras” (Mark I, Mark, II o Enigma) jugaron un papel clave en el conflicto. Pero es ahora, cuando el uso de la tecnología -que previamente fue utilizada en el campo militar, el campo de la fabricación o en el campo de la gestión- ha derivado al campo del entretenimiento/control social, surgiendo así las famosas redes sociales.
Estoy de acuerdo Simón Sinek, escritor y speaker inglés, que enuncia que hoy estamos viviendo en el mundo de las redes sociales. En este mundo lo habitual es mostrar a los demás, aunque no los conozcas y aunque te encuentres con el ánimo por los suelos, que tu vida es maravillosa.
Aunque todos sabemos que no es cierto, estamos acostumbrados a que, en el mundo de las redes sociales todo es muy fácil y que, por tanto, debemos mostrarnos felices. En caso contrario, estaríamos confesando que somos unos fracasados.
Es conocida la frase de Aristóteles en la que define al hombre como “un ser social por naturaleza”. Todos necesitamos interactuar socialmente para desarrollar nuestras capacidades, para formar nuestra personalidad, para sentir seguridad o para alcanzar metas grupales. También hay que añadir la necesidad de sentirnos miembro de un grupo y es por ello por lo que las redes sociales nos llaman continuamente, creando en algunas personas una dependencia peligrosa.
Como en casi todas las facetas de la vida, la clave de las redes sociales radica en el equilibrio y en el control que tenemos sobre ellas. Sinek argumenta que un poco de alcohol no es malo, pero mucho alcohol es peligroso; al igual que puede ocurrir en algún juego de azar (loterías), en el que apostar algo puede ser divertido, pero apostar mucho puede llegar a ser un drama personal.
Por ello, en el mundo de las redes sociales el mayor peligro es el desequilibrio, que nos puede llevar a la dependencia, ya que las redes y la tecnología nos ofrecen un mundo muy atractivo. Además de ofrecernos un mundo feliz o aparentemente feliz, es un mundo donde todo se acelera y nos traslada a un mundo casi instantáneo. Antes veíamos series con un capítulo por semana, ahora ya no tienes que esperar y puedes ver los veinticuatro capítulos hoy mismo. Antes enviábamos una carta a un amigo y necesitábamos una semana para recibir respuesta. Ahora hay redes sociales que ofrecen el mensaje instantáneo. Antes comprabas algo a distancia y había que esperar varios días o semanas para que te llegara el envío, hoy Amazon te ofrece algunos productos en menos de veinticuatro horas. La recompensa a nuestros deseos es inmediata, y a eso es a lo que están acostumbrados los habitantes del mundo de las redes sociales.
Pero en la realidad esto no siempre es así y, por ejemplo, no hay ninguna aplicación informática que nos ofrezca la satisfacción inmediata en nuestras relaciones personales, pudiendo crear frustración a las personas que viven en “ese mundo”. La construcción de una buena y satisfactoria relación personal descansa en el tiempo, en el amor, en el esfuerzo, en una voluntad clara y en una gran generosidad. Por tanto, estamos hablando de un proceso lento e incómodo, que nos exige tomar decisiones acertadas y nos obliga a ceder en muchos ámbitos de la vida.
Muchas personas que viven en el mundo de las redes sociales pasarán por esta vida mostrando que su vida es un éxito, cuando, en realidad nunca alcanzarán la felicidad, la alegría, el amor, la satisfacción personal… Porque para alcanzar todo esto se necesita tiempo. Es un viaje largo en el que hay que incorporar un ingrediente escaso en el mundo de las redes sociales, la paciencia.
Como decía al principio, el secreto está en mantener un equilibrio, un necesario equilibrio entre nuestras necesidades como personas y el desarrollo tecnológico-social. En caso contrario, nos sumergiremos directamente en la guerra de los mundos.