Sistemas, empresas y limitaciones
A finales de los años 70 comencé a cursar la carrera de Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad de Sevilla. En aquellos años tuve la suerte de contar con grandes profesores que apostaban por enseñar sus asignaturas desde el enfoque de la Teoría General de Sistemas.
El padre de esta teoría fue Ludwig von Bertalanffy y, en resumen, nos venía a decir que los sistemas no pueden entenderse solo por las características de los elementos que los componen, sino que la comprensión de los sistemas solo se produce cuando comprendemos el sistema globalmente, teniendo en cuenta no solo sus elementos sino también todas las interrelaciones entre ellos.
Bertalanffy fue un biólogo y filósofo austríaco que se dio cuenta de que existen leyes que se dan a la vez en la física y en la biología. Con base en ello desarrolla su teoría que aboga por estudiar las leyes de carácter general que son aplicables a sistemas distintos. Según esta teoría, cada sistema pertenece a un suprasistema y, a su vez, cada sistema se divide en subsistemas. ¿Y por qué estudiábamos a Bertalanffy en la facultad? Pues, porque una empresa es un sistema.
Aparentemente, este planteamiento choca de frente con la metodología que, habitualmente, se usa para entender o gestionar una organización de cualquier tipo, incluidas las organizaciones empresariales. En estas últimas, todo el sistema organizacional se suele dividir en áreas funcionales -área comercial, área de producción, área de administración, área de finanzas, área de personas …-, con el argumento de llegar a gestionar mejor toda la organización (todo el sistema).
Unos años más tarde, en 1984, el físico israelí Eliyahu M. Goldratt publicó su libro La Meta, en el que desarrollaba su “Teoría de las Limitaciones”, que vino a dar una respuesta a algunos problemas que sufren las organizaciones -los sistemas-. ¿Se han preguntado alguna vez por qué una empresa a veces no vende todo lo que fija en sus presupuestos? ¿Por qué una empresa no tiene un beneficio infinito? ¿Qué es lo que hace que nos topemos con determinados límites que no nos dejan llegar más allá en volumen de producción, en clientes, en ingresos, en beneficios, …?
Implícitamente, Goldratt consideraba a la empresa como un todo, como un sistema, en el que una sola limitación puede impedir que se alcancen las metas propuestas. Con base en esto, lo primero que debería hacer un directivo es conocer la limitación de su organización. En términos de Goldratt, conocer el cuello de botella que no le permite alcanzar sus metas. De esta forma, según Goldratt, para gestionar los cuellos de botella deberíamos aplicar un proceso iterativo de cinco pasos enfocados en “elevar” la restricción del sistema y así, una vez liberado un cuello de botella, surgirá otra nueva restricción, y vuelta a empezar.
En definitiva, para la gestión de una organización sería muy útil tener una visión sistémica de la misma y un certero diagnóstico de cuál o cuáles son los cuellos de botella que le impide alcanzar sus objetivos, para poder hacerles frente y liberar a la organización de dichas restricciones. Lo razonable es que en nuestra vida personal deberíamos hacer lo mismo.