La economía circular y las ciudades
La economía circular se considera el pilar más importante para el desarrollo sostenible en nuestras ciudades por su horizontalidad. El concepto de economía circular propicia el cierre del círculo del diseño, la producción, el consumo y la gestión de residuos. Sin duda, a través de la economía circular se pretende ahorrar recursos reintroduciendo las materias primas usadas en el mercado y generando un ahorro en los costes que abrirá las puertas a un empleo de mayor calidad y a un crecimiento económico sostenible dentro de un alto nivel de competitividad.
Actualmente, las ciudades tienen un importante papel en la implantación de la economía circular ya que el 54 por ciento de la población mundial vive en zonas urbanas. Este porcentaje seguirá subiendo, como manifiesta el Banco Mundial en su informe de Desarrollo Urbano, aumentando hasta 1,5 veces llegando en 2045 a 6.000 millones, lo que propiciará de 4,5 a 5,4 billones de dólares de déficit de financiación para infraestructuras urbanas. Toca, por tanto, ser originales en la búsqueda de financiación a nivel local. No obstante, entre las 30 ciudades con más de 12 millones de habitantes, mega-ciudades, no se encuentra ninguna ciudad de la vieja Europa, la mayoría son ciudades asiáticas. En el 2050, el 70 por ciento de los habitantes de la tierra vivirán en ciudades, todo un reto.
En Kuala Lumpur (Malasia) acaba de finalizar el Foro Urbano Mundial, en el que han reflexionado sobre las ciudades en el 2030, han hablado de ciudades para todos, aquellas que fomenten la prosperidad y la calidad de vida. Para ello proponen varias líneas de trabajo, que pasan por fortalecer los sistemas de gobernanza urbana, el intercambio de soluciones creativas y prácticas innovadoras que permitan un cambio de mentalidad, construir alianzas inclusivas que aseguren una participación de todos, adoptar un desarrollo territorial integrado, e implementar mecanismos de seguimiento e información, y la evaluación de los impactos. Queda mucho trabajo por hacer.
La Unión Europea ha asumido un papel fundamental en el desarrollo y negociación de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para un Desarrollo Sostenible, que establece 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) en los que concentrarán los esfuerzos los próximos años. Como nos ha recordado recientemente Daniel Calleja, director general de Medio Ambiente de la Comisión Europea, la aplicación de la Agenda 2030 debe abordarse desde una intensa colaboración entre todos los niveles del sector público y de la sociedad civil.
Actualmente se estima que la transición hacia una economía circular generaría ahorros de hasta 600 mil millones de euros para las empresas europeas y alrededor 580.000 nuevos empleos, de los cuales 160.000 se concentrarían en el sector de los residuos. Mientras tanto España prepara una Estrategia Española de Economía Circular que incluye un Plan de Acción para el periodo 2018-2020 con 70 medidas a las que se destinarán más de 800 millones de euros. Cinco serán los sectores prioritarios: construcción, agroalimentación, industria, bienes de consumo y turismo. Economía y medio ambiente son dos realidades interdependientes en tanto en cuanto la sociedad necesita un flujo constante de materias primas para su transformación en productos, bienes o servicios reduciendo al mínimo la generación de residuos.
Economía circular en la edificación, para construir y demoler, se promoverá también la gestión sostenible del agua y la reutilización de aguas residuales para cerrar el círculo y conseguir una gestión eficiente de este recurso. Esto favorecerá la creación de ciudades sostenibles.
En las ciudades, la generación de residuos es mucho mayor y se concentra en un menor espacio. Esta estrategia abrirá las puertas a un futuro de prosperidad para la ciudadanía, que podrá además disfrutar de un medioambiente limpio del que se beneficiarán también las futuras generaciones, en un entorno urbano más sostenible.
Conseguir el reto de la transición hacia la economía circular solo será posible mediante la colaboración, la participación y la implicación de toda la sociedad; no solo de las administraciones públicas, de las ciudades, sino de todos los sectores económicos, los agentes sociales, los consumidores y los ciudadanos.