La economía circular, una cuestión social
Eppur si muove, “y sin embargo, se mueve”, esta frase atribuida a Galileo Galilei, la podríamos emplear para manifestar que avanzamos, no sin dificultades y quizás lentamente, en la lucha contra el cambio climático. Más allá de los puntos de vista a favor o en contra, tenemos algunos datos que revelan que, desde la Revolución Industrial, han aumentado un 30% las emisiones de CO2, ha subido 17 centímetros el nivel del mar y un grado la temperatura. Además, se anuncia en documentos nada sospechosos que el cambio climático originará el desplazamiento de entre 50 y 200 millones de refugiados climáticos, que se sumaría a los flujos migratorios actuales motivados por conflictos bélicos y de otra índole.
Desde que a principios de los años 70 del pasado siglo se empezaron a tomar las primeras medidas internacionales en el marco de Naciones Unidas, hemos pasado del concepto del desarrollo sostenible al del crecimiento sostenible. Durante estos años se han ido sucediendo diversos acuerdos internacionales de gran importancia, del Protocolo de Kioto al Acuerdo de París de 2015, algo se mueve, documentos, estrategias, normativas, inversiones, pero queda todavía mucho por hacer.
Sin duda, socialmente hay una mayor tensión respecto a los temas ambientales, incluso el Papa Francisco lo ha puesto en el centro de atención de la opinión pública con su encíclica “Laudato Si”. Y mientras tanto, a nivel social crece la concienciación y el compromiso ambiental que plantea un cambio de modelo, que se ha colado para quedarse en nuestras agendas personales, institucionales y sociales. Con esta perspectiva, desde hace un tiempo emerge con fuerza la “economía circular”, que viene a tambalear nuestro modelo lineal de extracción de materias primas, producción, uso y desecho de bienes de consumo. Teniendo en cuenta, además, que las previsiones plantean que en el 2050 consumiremos tres veces los recursos actuales.
El concepto de economía circular propicia el cierre del círculo del diseño, la producción, el consumo y la gestión de residuos. Quienes la promueven y presentan como una iniciativa necesaria, con la Unión Europea a la cabeza, apuestan por transformar nuestra economía hacia un cambio sostenible. En Europa hemos avanzado, somos un referente mundial, se ha reducido un 22% las emisiones de efecto invernadero desde 1990, y nuestro PIB ha crecido un 50%, estamos ante un nuevo escenario, y por qué no también, ante una oportunidad de negocio y empleo.
Este escenario no será posible sin que empresas, administraciones y sociedad civil se comprometan con el fin de fomentar estrategias de bajas emisiones de carbono que abarquen los principales sectores emisores como marca la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para ello, la Comisión Europea tiene que concretar más sus orientaciones sobre la valorización energética a partir de residuos, mayor inversión y mejoras en la gestión de sustancias peligrosas de aparatos eléctricos y electrónicos. En poco tiempo, los principios de la economía circular se han ido integrando gradualmente en las mejores prácticas industriales, la contratación pública ecológica y el uso de los fondos de la política de cohesión, así como a través de nuevas iniciativas en los sectores de la construcción y el agua. La transición hacia una economía más circular ofrece grandes oportunidades para Europa y sus ciudadanos, y crea puestos de trabajo a nivel local y oportunidades de integración social.
Impulsar políticas de economía circular a nivel de país es importante, como lo es a nivel regional y local. Nuestras ciudades están en el centro del objetivo a transformar, pues tres de cada cuatro ciudadanos viven en entornos urbanos, donde se generan residuos y gases y se concentra la vida industrial. Tenemos que cambiar nuestro sistema de hacer las cosas, minimizando el uso de recursos y la generación de residuos, gestionando con más eficiencia los servicios públicos y siendo más sensibles a lo que necesitan los ciudadanos. Los ciudadanos somos la clave, no es sólo una cuestión empresarial, normativa o administrativa, todos somos necesarios para promover una economía circular; sin duda, el papel de la educación, de los centros universitarios y de investigación será crucial, seguimos adelante, esto parece que se mueve.