Inversión social responsable
Estamos viviendo un gran cambio empresarial, ya que la ética, las buenas prácticas y la responsabilidad pasan de la estrategia a la cultura empresarial. Sin duda, el compromiso por la responsabilidad social revierte en positivo en las empresas y en las instituciones. Éstas han de avanzar hacia un modelo más humano y sostenible, conformando un sistema de gestión que involucre a todos: desde la alta dirección hasta el último trabajador.
Los inversores socialmente responsables incluyen criterios éticos, sociales y ambientales en sus decisiones de inversión, pero sin poner en riesgo la rentabilidad de la misma. Cualquier tipo de inversor puede ser socialmente responsable, pensando más en largo que en el corto plazo. Éstos descartan la inversión en determinados sectores o empresas por no cumplir o ser contrarios a los criterios de la inversión socialmente responsable. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, de la Agenda 2030 impulsada por Naciones Unidas, ofrecen una gran variedad de oportunidades a través de inversiones temáticas y de impacto. Algunos inversores están desarrollando productos específicos vinculados a esta iniciativa, como índices que vinculan el impacto de las compañías sobre dichos objetivos.
Esa sostenibilidad que se pregona se ha instalado en los mercados financieros, por ello, los fondos de inversión tienen en gran consideración los criterios ambientales, sociales y de buen gobierno, integrando las estrategias de cambio climático en su gestión diaria. Esto se constata en que la inversión socialmente responsable no para de crecer. En 2016, según el Global Sustainable Investment Review, fueron más de 22 billones de dólares, con “b” de billón. España no se queda atrás, en torno a 185.000 millones de euros en 2016; además 61 entidades (bancos, gestoras o aseguradoras) han asumido los principios de inversión renovable.
Los bonos verdes y los bonos sostenibles emitidos por empresas y administraciones públicas se han empezado a hacer un hueco también en los mercados financieros, al igual que los créditos sostenibles; éstos se destinan a la financiación de proyectos sostenibles y socialmente responsables. En 2018, España ha emitido casi 5.000 millones de euros, Europa va muy por delante, pero seguimos avanzando: Iberdrola, Santander, ING Direct, Naturgy, Red Eléctrica de España, BBVA, Repsol, ACS, Adif, ayuntamientos, comunidades autónomas, están en esta línea.
Las motivaciones para que los inversores se decidan por estos fondos sostenibles son, entre otras, las campañas de desinversión en combustibles fósiles, los cambios en las políticas y las regulaciones, la percepción y creciente evidencia de su relevancia, la alineación con las misiones de los inversores… Como barreras, muchos todavía piensan que estas inversiones no son tan rentables, que son arriesgadas o inviables. Es verdad que existen algunos desa-justes en la información sobre sostenibilidad que los inversores demandan a las empresas y la que están dan, todo ello, se irá mejorando con el tiempo, con instrumentos adecuados y estandarizados.
Muchos inversores especializados invierten ya en fondos temáticos o en empresas concretas relacionadas con objetivos o sectores de desarrollo sostenible, este es un camino sin retorno y de muchas oportunidades para iniciativas sostenibles. Aunque parezca imposible lo que faltan son ideas y proyectos sostenibles, y no fondos o inversores. Este es un mercado que crece exponencialmente. Es una doble oportunidad, por un lado, para los inversores y, por otro, para los promotores de proyectos sostenibles. La inversión socialmente responsable es un punto de encuentro, de referencia para transformar nuestro panorama empresarial e institucional, que hemos de saber aprovechar en iniciativas sostenibles, sociales y éticamente responsables.