Motivación y confianza
Al inicio de la pandemia, escribí un artículo titulado “Nada de lamentos, acción”. Frase directa y clara sacada de un texto de Ángel Herrera Oria, el fundador del CEU. El artículo terminaba con esta demanda: “Los conflictos solo generan situaciones donde muchos pierden y pocos ganan, y aquí se trata de que todos ganen, no es imposible, solo hay que hacerlo, pero para eso necesitamos líderes. Líderes capaces de reescribir la historia, que utilicen la Inteligencia Artificial a favor y no en contra de la libertad, que abran nuevos caminos para una sociedad más justa y solidaria, donde nadie quede al borde del camino…, esa es nuestra esperanza y nuestro reto”.
Pues bien, recojo el guante que lancé y digo, que necesitamos líderes que sean personas de acción, motivadas y llenas de confianza. Veamos ahora lo que esto significa. Sin duda, lidiar con situaciones complejas, como la que estamos viviendo, nos tiene que ayudar a salir fortalecidos de ellas, dejando a tras los lamentos y buscando la paz, con verdadero coraje. Martin Luther King nos muestra el camino: “Puede que no seáis responsables de la situación en la que os encontráis, pero lo seréis si no hacéis nada por cambiarlo”.
En esta situación en la que estamos viviendo, de tanta incertidumbre y con un horizonte difuso, es necesario que en nuestras organizaciones se susciten liderazgos fuertes e inclusivos, que sumen y sean capaces de articular estrategias de conjunto, con capacidad de escucha y de compromiso. Para cambiar algunas de las situaciones en las que estamos inmersos necesitamos, entre otras muchas cosas, motivación, confianza y por qué no, entusiasmo.
En palabras del psicólogo Salvo Noé, la motivación es “el conjunto de objetivos que impulsan a una persona a actuar y a adoptar un comportamiento con vistas a unos objetivos a alcanzar”. En cualquier organización esto se concretaría planteando pasar del “yo al nosotros”, cambiando de estrategia y sobre todo de estilo a la hora de actuar. Potenciando la eficacia, alcanzando objetivos y siendo más eficientes, teniendo en cuenta los recursos de los que disponemos. Pero si no estamos motivados primero, poco podremos motivar a nuestro entorno, concretando objetivos de forma permanente y reconociendo los avances e iniciativas, así como, la singularidad de cada persona. Para ello, hacen falta líderes abiertos a la participación, sin caer en lo asambleario, que impulsen un proceso, un proyecto común. Es decir, que sumen con todos. Sin duda, para avanzar por esta vía hay que buscar la cohesión desde una sana competitividad. Solo si se ayuda a todos los que estén en nuestro entorno a ser mejores, avanzaremos, dando ejemplo y no dejando nunca de aprender. Poniendo el acento más en el ser, que en el tener.
No solo la motivación basta, necesitamos tener confianza, dejando atrás la ansiedad, las comparaciones, la envidia, el perfeccionismo y la continua queja. Pero la vida, personal y profesional no es un camino fácil, está lleno de espinas, de dificultades, que nos ayudan a fraguar nuestra personalidad y calidad humana, nos hace más fuertes. Por ello, dice Cicerón que “los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos”. Ojalá seamos el vino bueno que nuestra sociedad, que nuestras empresas y organizaciones necesitan para que sirvamos de bálsamo, curemos heridas y abramos nuevos horizontes. Todo depende de nosotros, de nuestra creatividad, entrega, buen juicio y del trabajo de cada día, de saber comprender y sumar con todos. Lo demás que no esté a nuestro alcance, lo contemplamos con interés e incluso con algo de preocupación, pero hemos de seguir adelante, dando lo mejor de nosotros mismos para transformar las dificultades y retos en oportunidades.