Preparar el futuro
La doble Premio Nobel Marie Curie nos dejó antes de partir de este mundo, en 1934, una frase que podemos adaptar al momento actual: “Nada en esta vida debe asustarnos, solo debe ser comprendido; es tiempo de entender más para que temamos menos”. Por ello, tenemos que ser conscientes de este cambio de época que estamos viviendo y hacerle frente, o, mejor dicho, acogerlo, adaptándonos y trasformando retos en oportunidades. Sin olvidar que el verdadero progreso siempre tiene que ser humano.
Por ello, es esencial, garantizar una educación de calidad, inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos. Este no es solo el cuarto objetivo de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sino la llave de una verdadera transformación social. Desgraciadamente, en nuestro país, la educación está siempre en almoneda; no hay, ni se espera, un pacto global sobre la misma. Y, sin embargo, el valor de una educación de calidad es esencial para reducir todo tipo de desigualdades y construir sociedades más desarrolladas. También la educación financiera juega un papel clave para impulsar nuestra sociedad, como estamos comprobando en este momento.
Efectivamente la educación es importante para poder construir la concordia social, evitando divisiones y brotes populistas, como acaba de recordarnos el Informe España 2020. Este mismo informe nos ofrece un dato inquietante: la soledad ha aumentado en España más de un 50% por el impacto de la Covid-19. Si a esto le sumamos la crisis de las instituciones básicas que han mantenido la estabilidad social, política y económica, cada vez es mas urgente construir juntos un proyecto digno de futuro; para ello, es imprescindible impulsar una cultura innovadora donde, además de una educación de calidad, la digitalización de los servicios y la descarbonización formen parte de esa nueva economía que está brotando.
Sin duda, la humanidad está atravesando un momento de catarsis, entre las continuas situaciones de conflicto, a todos los niveles, y los avances de la inteligencia artificial. No obstante, para que este progreso sea verdadero desarrollo, tiene que estar al servicio del ser humano, respetando, por un lado, su propia dignidad y, por otro, el mundo que nos cobija. Aun siendo conscientes de que la inteligencia artificial, la robótica y los avances tecnológicos nos sitúan ante inmensos desafíos éticos y de justicia social, no podemos dejar de pensar que estos avances e innovaciones científicas y tecnológicas nos tienen que llevar a crecer en una necesaria equidad e inclusión social. No es posible que solo unos pocos disfruten del futuro que hemos de entretejer y disfrutar todos.
El mundo digital no basta para tender puentes, para construir relaciones, para unir de forma plena a la humanidad y, mucho menos, si estamos atados a una ideología invasiva y pasada de rosca, como es la ideología de la velocidad. Cabalgamos sobre una ola de sobreinformación, muchas veces salpicada de intereses espurios que, a pesar de su expansión sin límites, no mejora la comunicación humana. Si queremos preparar el futuro tendremos que estar muy presentes en la construcción de una sociedad basada en una educación personalizada, que sostiene estructuras sociales creíbles y fuertes, mirando sin nostalgia al pasado y con mucha esperanza al futuro.