Elcano, la primera vuelta al mundo, el inicio de la globalización
El 8 de septiembre de 1522 llegó la Nao Victoria al Muelle de Sevilla. Este viaje demostró que era posible dar la vuelta al mundo navegando, un mundo más grande de lo que se pensaba. El Mediterráneo se quedó pequeño, no podía seguir siendo el centro del mundo, los genoveses y venecianos dejaron paso a españoles y portugueses en el Atlántico. La globalización que ahora vivimos, en un mundo hiperconectado, se inició en esos días. Desde ese momento empezaron a cambiar muchas cosas, aumentó el comercio con Asia, la cultura también se globalizó y el cristianismo y la fe católica cobraron una dimensión universal. Este viaje cambió la historia de la humanidad.
La flota que partió de Sevilla el 10 de agosto de 1519, compuesta por cinco naves – la nave capitana, la Trinidad; las otras cuatro: San Antonio, Victoria, Santiago y la Concepción, donde iba Juan Sebastián Elcano-, buscaba una ruta más rápida para acceder a las especias, respetando el Tratado de Tordesillas (1494). El Reino de España, Carlos I, apostó en Valladolid por apoyar a Magallanes, iniciador de esta hazaña histórica sin precedentes, Elcano la concluyó con audacia y valentía. Aquí fue clave el factor humano, arriesgar y esforzarse, ir más allá de lo imposible. Un puñado de hombres lo lograron -de 239 solo volvieron 18-, ni siquiera el diez por ciento de quienes la iniciaron. Una tragedia que se transformó en una gesta inconmensurable que abrió a España nuevas oportunidades para ofrecer al mundo su cultura, su economía y religión. Los expertos no se llegan a poner de acuerdo sobre quien salió ganando, si nosotros o ellos. Lo importante es que una idea se transformó en cauce de vida y de cambio social, económico, cultural y religioso de un territorio inmenso y diverso.
Mientras se lograba la circunnavegación, el mundo seguía su curso y los acontecimientos en Europa se precipitaban, iban tomando fuerza las tesis de Lutero que cambiaron la vida, la cultura, la política y la economía de una gran parte de los europeos, ya nada sería igual, ni en España, ni en el Mediterráneo, el foco se puso en el Atlántico. Se abrieron nuevos horizontes y el mundo se ensanchó, tal cual lo conocemos hoy. El objetivo era convertir España en el mercado global de las especias, ida y vuelta por los dominios de España, pero Elcano cambió el itinerario de vuelta y se adentró, por el Índico, en los dominios de la corona de Portugal. La situación en España, los nuevos descubrimientos en América: México y Perú, etc., hicieron que en pocos años el foco principal de interés fuera el continente americano, y desde ahí se saltó hacia Asia, principalmente Filipinas. Aunque la relación era de ida y vuelta, el peso del América era fundamental, estaba más cerca de la metrópoli y tenía una organización administrativa más sólida y estable. A partir de entonces se abrieron nuevas rutas y se intensificó el comercio entre las Islas Filipinas y México hasta llegar a Sevilla, desde 1565 a 1818, el llamado “Galeón de Manila”.
Una globalización no menos importante fue la de la fe cristiana. Los evangelizadores que llegaron hasta esos confines de la tierra sabían que tenían que llegar a todos a través de la educación, ejemplo fue la Universidad de San Ignacio de los Jesuitas en 1590, que estuvo abierta hasta su expulsión. Los dominicos impulsaron la Universidad de Santo Tomás, también en Manila, creada pocos años después, en 1611. Eran muy conscientes que la cultura cristiana contribuiría a que la fe católica arraigara pronto, junto a la imprenta, que contribuyó a que libros religiosos y educativos se difundieran en lenguas, como el tagalo. Esto ayudó a generar un mestizaje cultural-religioso y a la vez artístico de aquellos territorios, que ha llegado hasta nuestros días.
El viaje comenzó en el convento, ya desaparecido, de Nuestra Señora de la Victoria (Hermanos mínimos de San Francisco de Paula) de Sevilla en el barrio de Triana. Tres años después los supervivientes y Elcano desembarcaron en camisa y descalzos, con cirios en las manos y en procesión hacia la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y después se postraron ante la Virgen de la Antigua de la Catedral de Sevilla, a quien se habían encomendado antes de iniciar el viaje, reconociendo que gracias a su ayuda volvieron. Todo un acto de fe como cuenta en primera persona el geógrafo y cronista del viaje Antonio Pigaffeta, uno de los 18 que volvieron. Fue la Virgen de la Victoria una devoción muy arraigada en la Sevilla del XVI, centrada en una talla de la Virgen con el Niño que hoy se venera en la Capilla de Santa Bárbara de la Real Parroquia de Señora Santa Ana de Triana.
Después de haber dado la vuelta al mundo, terminó una gran gesta y comenzó una nueva forma de entender el mundo, de relacionarnos con otros pueblos y de expandir la semilla del Evangelio, que llega hasta hoy, y que nos da esperanza para seguir adelante; más allá de las crisis internacionales, de los conflictos sociales, necesitamos una globalización que ponga al hombre y a todo el hombre, a cada persona en el centro de sus intereses; en suma, que promueva la amistad social y la fraternidad.