La reputación corporativa, confianza y transparencia
Las instituciones y empresas que hacen las cosas bien y lo explican en la forma y el tiempo oportuno tienen mucho ganado a nivel de reputación social. Hace 2.400 años, el filósofo griego Sócrates manifestó que “si quieres gozar de una buena reputación preocúpate en ser lo que aparentas ser”. En esta frase se podría resumir todo. La visión de la reputación personal o corporativa, compete a toda la persona, o en su caso, a toda organización y a todos los que forman parte de ella. Está realidad está hoy ganando enteros en el mundo empresarial, a pesar de que hace tiempo muchos iluminaron el camino. Pero vayámonos al diccionario de la Real Academia Española para ver cómo se define “reputación”: la opinión o consideración, el prestigio o la estima que se tiene a alguien o algo. Esta definición nos da algunas pistas, pero tenemos que seguir avanzando.
Hoy día que el tiempo corre ligero, la reputación va por delante de la comunicación, la imagen, las relaciones institucionales y la marca. Ha entrado en el nuevo juego conceptual que impulsan los modelos empresariales más avanzados. Para todo ello, es clave la confianza y un buen fondo armario ético. Aunque la reputación es una cosa de todos, existen grupos de interés que son claves, ellos mantienen una buena reputación o la quitan, y gestionar esto no es fácil, a veces se convierte en un ejercicio de fino equilibrismo. La llegada a nuestras vidas de las redes sociales, del empoderamiento de determinados sectores de interés, el valor de las buenas relaciones laborales, ha hecho que nuestras organizaciones o empresas tengan muy en cuenta la creación de una reputación creíble, donde los empleados y directivos son clave fundamental en la configuración de la reputación de la organización.
En las páginas web de todas las organizaciones o empresas, aparece el consabido apartado de ‘quiénes somos’. Es en ese quiénes somos donde se tienen que advertir cuáles son las raíces que hace a una organización respetable por su ética, sus valores y por cómo se organiza y trabaja. La buena conducta y su código ético está ya en la raíz estratégica de cualquier organización que se precie. Sin duda, la dirección por valores se consolida en los complejos escenarios de nuestro mundo empresarial. Visión y estrategia dan continuidad a este camino de fortalecimiento de la reputación de toda organización, y genera una confianza interna y externa de la misma, que contribuye a vertebrar un horizonte transparente y responsable.
La adecuada y cercana relación con los clientes, el buen gobierno y los aspectos sociales, laborales y los vinculados con la sostenibilidad, están también en la base de esta reputación que genera confianza. Las empresas y organizaciones que están embarcadas en esta aventura tienen presente y futuro y generan un valor añadido incuestionable. Dialogar con todos es también una necesidad en el camino emprendido pero, sobre todo, una gran fortaleza; el dialogo promueve el encuentro y sinergias innovadoras que transforman situaciones complejas en nuevas propuestas, nuevos caminos, nuevas alianzas.
Sin duda, una buena reputación para una organización es esencial para confiar en ella y darle el valor que se merece. Toda la organización se tiene que sentir comprometida con esta tarea de ser más transparentes para generar una confianza que abre puertas y consolida el futuro. Sócrates sigue teniendo razón.