Unidad en la diversidad
Uno de los símbolos de la Unión Europea, junto con la bandera y el himno, es su lema: unidad en la diversidad. Quizás muchos no lo conozcan. La Comisión Europea quiso poner el acento en lo positivo que representa para Europa la existencia de una multiplicidad de culturas, tradiciones y lenguas, trabajando juntos por la paz y la prosperidad. Ello pone el acento en la necesidad de que existan instituciones inteligentes y duraderas que garanticen la unidad en la diversidad. Así, el objetivo de la gestión de la diversidad será la unidad de la organización. Pues bien, desde esa visión en el mundo empresarial y también el institucional, se plantea la necesidad de una unidad verdadera, que no es uniformidad sino unidad en la diversidad. De ello se pueden plantear dos situaciones contrapuestas: por un lado, buscar la diversidad sin unidad y, por otro, buscar la unidad sin diversidad. Sin embargo, el respeto a la diversidad y la búsqueda de la unidad, no obstante las diferencias existentes en toda organización u empresa, es el camino al buen gobierno.
Competencias y motivos para actuar, junto a las características y circunstancias de las personas que forman una organización, están en la base de la gestión de la diversidad, siendo su objetivo lograr la unidad de la organización. La misión de la empresa se fortalece con el compromiso de toda la organización, con unos colaboradores muy motivados, que se manifiesta en la unidad de acción de la misma. Varias serían las acciones interpersonales que se tienen que cuidar para avanzar desde la diversidad a la unidad como la comunicación fluida, la adecuada gestión de conflictos, el coaching y el trabajo en equipo, además de otras más personales como el aprendizaje, el equilibrio emocional, la gestión del estrés… La gestión de la diversidad tiene que ser sostenible, ir más allá de lo material, de lo formal. También debe generar más interés que las puras emociones. La gestión de la diversidad debe de construir puentes y hacer partícipe de la misión a toda la organización.
En su obra más conocida, El príncipe, Maquiavelo mantiene que de malas decisiones en las organizaciones, se precipitan las situaciones que más pueden perjudicar a las mismas. La división, mantiene Maquiavelo, es causa de muchos males. Como estamos comprobando, las crisis actuales tienen dos causas complejas: por un lado, que las desigualdades son la base de la pérdida de confianza de los stakeholder y, por otro lado, que cuando las discrepancias se transforman en posturas contrarias, la diferencia se consagra como el único valor, por encima de la unidad. Por el contrario, Maquiavelo mantiene que a cuantos se dejan llevar por grandes esperanzas y promesas deslumbrantes, en muchos casos se suelen precipitar hacia escenarios inciertos para todos.
En el recientemente celebrado 60 aniversario de los Tratados de Roma, se puso de relieve la necesidad de la cultura del diálogo y del encuentro, encontrar canales y puentes entre los pueblos, las culturas, las empresas, las organizaciones, las personas… La diversidad es una riqueza para todos, la pluralidad es una garantía de futuro y, por eso, es necesario generar procesos que incluyan a todos, donde todos se puedan desarrollar. La cultura del encuentro, en este caso, pide que busquemos fórmulas para que nuestras organizaciones puedan también desarrollarse y, para todo ello, es necesario respetar las reglas de juego, porque para poder convivir se tienen que respetar las normas, organizaciones e instituciones.
Sin duda, la gestión empresarial debe ponerse al servicio de la persona humana y del bien común, promoviendo una ética amistosa; para ello, es necesario deshacerse de las presiones que proceden de grupos que buscan solo y exclusivamente la diferencia y preservar sus intereses. Por tanto, el camino a seguir pasa primero porque todos respetemos las reglas de juego y, segundo, porque todos promovamos una cultura del encuentro y del dialogo, aunque cimentado en las propias peculiaridades, que busque la unidad en la diversidad, que no es uniformidad; para eso hace falta un liderazgo fuerte, creíble y comprometido con el bien común.